Dos estilos han perdurado con más fuerza a lo largo de la historia de la arquitectura religiosa, que son: el románico y el gótico. En el románico, el templo predominante es la iglesia, en cambio en el gótico es la catedral. Para admirar una iglesia románica hay que mirar al frente, en cambio para admirar una catedral gótica hay que mirar hacia arriba. En las iglesias románicas, generalmente la belleza está en el contenido: retablos, coros, estatuas, altares; mientras que en el gótico la belleza se encuentra en el continente: portadas, triforios, vidrieras, rosetones, torres e incluso en arbotantes y gárgolas. Al contemplar una catedral gótica y alzar la vista, estaremos viendo sin duda, la base de los cuatro pilares en que se sostiene el estilo gótico: arco apuntado, bóveda de crucería, contrafuertes y vidrieras.
Al románico le sucedió el gótico; los cambios arquitectónicos evolucionaron hacia lo alto, como cualquier persona que se hace adulta. Los muros se estrecharon, se abrieron ventanales; la bóveda de cañón, pasó a ser de crucería, la planta basilical pasó a ser de cruz latina. Pero, ¿cuando y donde se empezaron a producir estos cambios?. Empezaré por la segunda cuestión que es la más importante. El estilo gótico empezó a desarrollarse en Francia y concretamente en la Ile-de-France (París y sus alrededores). Todo comenzó cuando Suger, abad de Saint-Denis, concibió un proyecto de renovación de los edificios de la abadía. En ella introdujo novedosas innovaciones arquitectónicas de influencia normanda, pero combinadas de una forma nueva y de un modo aislado. Se puede decir, por lo tanto, que Saint-Denis, en 1140, fue el año y el punto de partida de un nuevo estilo de arquitectura, el denominado en su tiempo, estilo francés, y que tres siglos después se conocería como gótico. Tras la construcción de la cabecera de Saint-Denis, su estilo fue adoptado en todas las grandes obras realizadas bajo el dominio del rey de Francia, Luis VII.
El termino gótico fue empleado, de manera poco apropiada, por algunos escritores del siglo XV como Filarate, Manetti y del XVI, especialmente por Giorgio Vasari, para calificar la barbarie de este estilo construido a la manera de los godos, a la maniera dei Goti es decir, el de aquellos pueblos que tras destruir la civilización romana, impusieron durante varios siglos en Europa una manera nueva, desordenada y tosca de entender la vida en contraposición al sabio y ordenado arte clásico. Curiosamente el termino bárbaro se ha asociado a la civilización de los godos. Etimológicamente, bárbaro significa lo que es ajeno al mundo griego o grecorromano. A lo largo de la lectura de las diferentes secciones verán que hay más lecturas del significado de la palabra gótico.
Ya hemos visto una de las procedencias de la palabra gótico; ahora veamos de donde lo hace la palabra catedral. En tiempos de los griegos, al trono o asiento sin distinción se le llamaba cáthedra, pudiendo haber diferentes tipos: el orovos, de respaldo alto y vertical, el difros, que carecía de él, o el clismos o clister, cuyo respaldo curvo, más o menos inclinado era sumamente cómodo para reclinarse, lo que hacía que fuera muy usado entre los griegos, como lo prueba la frecuencia con que se ve reproducido en los vasos pintados. De esta última clase fue la cátedra adoptada por los romanos y a la que dieron el mismo nombre. La usaban especialmente las mujeres, y de aquí que para indicar la molicie o afeminamiento de un hombre se empleara la palabra cátedra. Se construían de piedra, como las destinadas a los bañistas en las termas, de madera y de metal, siendo frecuentes las de mimbre. Según el uso a que se destinaban se adornaban con tela o almohadones. Las que se usaban de esta forma se llamaban cátedras strata, y se decía longa o supina, según que el respaldo fuera más o menos inclinado. La cátedra es el asiento habitual de los que enseñaban letras o filosofía, y por lo mismo fue también el de los doctores y, centrándonos en el tema que nos ocupa, de los obispos de la Iglesia. Por lo tanto, la palabra catedral (en latín ecclesia cathedralis) proviene del nombre dado al asiento, trono o cátedra del obispo o arzobispo.
Unas de las diferencias visuales más significativas entre el románico y el gótico se encuentra en las vidrieras. Los anchos y relativamente bajos muros que son necesarios para soportar la pesada bóveda de cañón en el románico, impiden abrir grandes ventanales para que entre la luz. En cambio en el gótico, los muros son más altos y estrechos. La razón por la que este muro no se venga abajo al colocar la bóveda de crucería sobre ellos, está en lo que se podría llamar, la compensación de los empujes laterales. La bóveda ejerce un fuerte empuje hacia afuera, que depende de lo apuntado que esté su arco; en cambio, los pináculos situados sobre los contrafuertes y arbotantes exteriores, son los elementos que hacen la función de contrarresto de ese empuje. Si se hacen bien los cálculos, tendría que ver, al final de su construcción, un equilibro perfecto de los empujes. Un truco que se utilizó para conseguirlo es hacer que los muros laterales estuvieran levemente inclinados hacia adentro para que, al poner la bóveda y, con su propio empuje, conseguir la verticalidad del edificio. Para comprender el efecto de los empujes podemos hacer una prueba. Cojamos tres naipes de una baraja y los colocaremos de la siguiente manera: uno en vertical, representando al muro, y con los otros dos, que representan los empujes de la bóveda por un lado y los contrafuertes y arbotantes por el otro, intentar sujetar el naipe central sin que se desvíe o se caiga. Cuando consigáis mantener la carta central sin que se desplome de un lado o de otro, habréis conseguido el equilibrio de las fuerzas de los empujes. Y ahora ¿Quien nos impediría calar los muros para insertar grandes ventanales con vidrieras?.
Por regla general, salvo excepciones, todas las catedrales cumplen una regla común en todas ellas con respecto a su orientación. Desde la celebración del primer Concilio de Nicea (325) la orientación de los edificios religiosos cristianos cambió en 180 grados; se estableció que la cabecera estuviera orientada al este en vez de al oeste como lo estaban los templos egipcios y romanos hasta entonces. Este cambio estaba más acorde con las creencias y simbolismos de la religión católica. Al amanecer, un rayo de luz penetra por los ventanales del ábside iluminando así la entrada, que es la parte más oscura en ese momento; esta luz es la que guía a los fieles, en un recorrido iniciático, desde los pies a la cabecera de la iglesia. Este simbolismo se acentúa más en el gótico, ya que la mayoría de ellas están construidas de vitrales, no de piedra.
Resido en un punto clave del gótico en España y de cuya catedral, el papa Juan XXIII, entonces seminarista, dijo de ella cuando pasó por aquí y la vio: En la catedral de León hay más vitral que piedra, más luz que vitral y más fe que luz. Vea mi canal de YouTube donde encontrará algunos vídeos de la catedral leonesa:
Espero que disfrutéis del Website y aprendáis con él lo que no sepáis. La verdad es que todos aprenderemos un poco, e incluso diría que, el que más va aprender voy a ser yo.
El gótico en Europa abarca un periodo comprendido entre los siglos XII y XVI. Para que veáis como estaba distribuida Europa en este periodo, os muestro un mapa correspondiente al siglo XIV.
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